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Con comentarios actuales, fotografías y anécdotas que no aparecían en la versión inicial
A través del libro ilustrado La transparencia de un instante
En este libro biográfico encontrarás herramientas para enfrentarte a la ansiedad
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La transparencia de Aida

 



Aida se inspiró en las ilustraciones de mis relatos "La dama de hielo" y "El príncipe azul", para escribir este relato:



LA NOCHE EN QUE TE AMÉ

No recordaba cuándo se obsesionó con ello, solo sabía que la hacía sentir bien con ella misma. Deseaba que las noches llegaran solo para sentirlo. Sentir cómo era amada una vez más. El mismo hombre, no había cabida para que otro ocupara su lugar. Sentir sus besos, sus caricias en su propio cuerpo. Martín era etéreo, nunca envejecía, nunca cambiaba de aspecto, sus páginas se habían convertido en su vida. Mientras que Anna era volatilizada por el tiempo en sus pensamientos, había sido sustituida por ella misma. Habían intercambiado los personajes. Ahora Berta era Anna, su vida solo se envolvía en torno a Martín.

Una tarde de esas grises, opacas, dónde la lluvia fulmina todo aquello que tenías planeado y la penumbra rodea todo aquello que se asoma cerca, Berta decidió salir, deambulando por las calles vacías, sin gente, sin vida. Tenía la necesidad de sentir como el agua penetraba su cuerpo, hasta que de repente se topó con un escaparate, el reflejo del cristal la vio como perecía en su angustia. En seguida retiró la mirada, se percató que estaba delante de una librería, de esas que por mucho que pasen los años, el encanto no desaparece, quién sabe lo que hubiera visto aquella vieja casa del libro y a pesar de ello seguía vigilando a todos aquellos que la visitaban. Incluida ella, que no lo pensó dos veces y entró. El olor a vetusto se desplegaba por todo el recinto, estantes de madera en tonos claros algo ya roídos cubiertos de libros abrigaban el lugar, un pequeño mostrador conjuntaba la estancia. Una mujer entrada en años custodiaba toda aquella sabiduría que poseía la vieja librería. La anciana la miró y en tono amable la preguntó si podía ayudarla. Berta reaccionó con una negativa, realmente no sabía cuál era el motivo que la arrastró a entrar allí. Se dedicó a mirar en los estantes, nada había que la llamara la atención, miles de títulos que no significaban nada para ella. Hasta que de pronto en una balda olvidada, encontró algo que la hizo sentir un vuelco en el estómago. No dudó en tenerlo entre sus manos y fue directa hacía el mostrador. La mujer miro el título de aquel viejo libro y sonrió;  ¡No te defraudara! respondió mientras lo metía en una bolsa. Quería llegar cuanto antes a su casa, ponerse cómoda y comenzar la lectura. Había algo en ese libro que le despertó todo el interés. Durante días nos despegó la nariz de aquellas páginas en tonos ocre con un aroma a añoso que la envolvía sin poder desengancharse de él. Parecía que la tinta la atrapaba sin dejarla escapar. Fue en ese momento que la obsesionó, cuando aquel libro la penetró en su interior creando en su cabeza aquel personaje. “LA NOCHE EN QUE TE AMÉ”, ese título fue el comienzo de unos sueños de los que no podría huir.

Anna era una joven que se había quedado atrapada en una guerra que no la pertenecía y al rescate acudía Martín, dejando que un amor agarrara aquellas páginas que se acababan sin que Berta se diera cuenta de ello, pues se había quedado enganchada en ese tiempo. Actuaba como Anna.

Deseaba que Martín la amara como en la historia de su libro. Cuando llegaban las noches, Berta ambientaba la habitación como si se transportara a otra época. Las velas se movían con el leve viento, mientras dejaba la ventana entreabierta haciendo que las cortinas se mecieran al compás de las pequeñas llamas. Ella se tumbaba en la cama, recreando la escena que describía la historia, la tenía grabada a fuego en la mente.

Martín se tumbaba encima de ella, acariciaba sus labios con sus dedos. La miraba fijamente a los ojos, la intimidaban, tan azules y penetrantes que atravesaban todo su ser. Posó sus gruesos labios en los suyos, dejando aflorar su más íntimo deseo de pasión. Se retiró suavemente, la volvió a mirar, sin retirar sus ojos azules, de los verde esmeralda de Anna. Fue desabrochando uno a uno los botones de su vestido, cuando llegó a la altura de su pecho, lo retiró con suavidad, mientras una de sus manos se posaba cálida en uno de sus senos. Ella suspiró, notando como el calor envolvía su delicado cuerpo. Mientras los labios de Martín recorrían su cuello, deslizándose hasta la parte de su aureola dejando el aliento posado en ella. Seguía el recorrido hasta llegar al ombligo y el éxtasis comenzaba hacer su efecto en ella. Él se desnudó dejando ver sus músculos en todo su esplendor. Anna abrazó su espalda atrayéndole para encontrarse con su cuerpo. Él pasó su mano desde la pantorrilla hasta llegar al muslo y rozar la frontera de lo prohibido. Anna sintió como el deseo era penetrado en su interior, Martín la miraba sin perder cada gesto de su placer. Ella apretaba su cuerpo junto al suyo para notar cada centímetro de lo que poseía en aquel momento, abrazada a su espalda mientras los suspiros de ella llegaban a los oídos de su amante en ese momento. Le gustaba sentir como Anna disfrutaba. Seguían los movimientos delicados, no quería precipitar la situación, quería que fuera eterno. Tenerlo dentro para siempre. Los alientos de ambos se entrecortaban con cada suspiro de placer. Anna nunca había sentido semejante sensación. Él la mordió suavemente el labio inferior, mientras el compás cambiaba de ritmo. Ella arrastró sus uñas por su espalda, dejando una leve huella en ella, demostrando que su fuego se aceleraba cada vez más. Un leve gemido hizo que el fuego ardiera entre las velas de la habitación. Los choques de los cuerpos movían la antigua cabecera de la cama, haciendo que vibrara cada segundo de la habitación. Los suaves gemidos se transformaron en ardientes gritos de pasión. Una pequeña brisa penetró por la ventana haciendo que las llamas de la pasión quedaran a oscuras. Como el sueño que Berta tenía cada noche, sin que al otro lado de la cama estuviera Martín para volver a encender el fuego que por dentro la estaba quemando.

Aida García Bildosóla


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@aida_garcia_bildosola